Día Internacional de la familia

La familia es un grupo de personas que, por parentesco, afectividad o necesidad de vínculo, conviven juntos como un sistema en movimiento e interrelacionado por medio de su propia dinámica en el contexto en el que se desenvuelven. Esta puede ser monoparental (el padre o la madre), nuclear (papá, mamá, hijos e hijas), compuesta o ensamblada (pareja con hijos y/o hijas de ambos matrimonios anteriores y /o de la actual unión), extensa o ampliada (conyugal, hijos, abuelos y abuelas, tíos y tías y otros familiares).

De esta manera, la familia es el primer ente de socialización, de formación, de aprendizaje de límites, fronteras, lazos y paradigmas, donde se forman alianzas, coaliciones o triangulaciones según las situaciones vividas en el núcleo para responder a una vivencia individual pero también grupal, procurando un equilibrio.

La familia, como un ente vivo, va más allá de una estructura o contenido debido a que involucra funciones, individuación, etapas, desafíos, crisis, normas, y formas de comunicarse, que permean en el sistema y lo dinamizan.
De ahí que el acompañamiento de la persona profesional en Orientación es de gran importancia en procesos relacionados con el sentido y la planificación de la vida, las habilidades sociales, resolución de conflictos, toma de decisiones y la conformación de una identidad.

Martínez y Martínez (2011) indica que la Orientación es un “proceso de acción continuo, dinámico, integral e integrador, dirigido a todas las personas, en todos los ámbitos, facetas y contextos, a lo largo del ciclo vital y con un carácter social y educativo” (p.256), lo que la convierte en un reto para la persona profesional debido a la multiplicidad de campos de acción pero también ante la diversidad de población ya que no es un sistema estándar sino que posee cultura, ideales, reglas, ambiente y comunicación que se debe conocer y respetar.
Sin lugar a duda, no se puede dejar de lado que la persona orientada no es un ente aislado sino social, que proviene de una familia con una historia y dinámica propia que conduce a una red particular y única. Por lo tanto, la persona orientadora debe ser perspicaz para analizar el funcionamiento del mismo, de manera que pueda acompañar en el proceso homeostático de la familia proponiendo metas, estrategias y tareas que generen cambios positivos.

Así lo indica Villareal (2008) al afirmar que: “la labor con las familias no se puede evadir, especialmente cuando la acción orientadora, dirigida a infantes, adolescentes, personas adultas y mayores se enmarca en la perspectiva del desarrollo humano integrado” (p. 80)

Un trabajo hermoso pero de gran responsabilidad sobre todo para los actores principales que son los miembros de una familia.

No olvidemos que cada profesional proviene de una familia y vive en una familia, de manera que la celebración es doble: por nuestra familia y por las familias que acompañamos para que exista un mundo mejor, más humano y respetuoso de valores y derechos universales.

Bibliografía

Martínez, P. y Martínez, M. (2011) La Orientación en el S.XXI. Revista Electrónica´Interuniversitaria de formación del Profesorado, 14 (1), 253-265.

Villarreal, C. (2008). La orientación familiar: una experiencia de intervención. Revista de educación, 31(2), 79-94