Como principio ético, la probidad constituye esa capacidad de actuar con integridad y honradez, que descansa en el convencimiento personal de que se debe actuar con rectitud. Este principio supera la idea de una ética basada en la sumisión a una lista de prohibiciones y más bien ubica el accionar ético en la libertad que cada profesional tiene para elegir siempre hacer lo correcto.
El principio de probidad resulta indispensable en el ejercicio de la Orientación en cualquier ámbito laboral, en tanto, supone que la persona profesional sea capaz de autorregular su accionar, para que aquello que realiza siempre cumpla con los parámetros éticos de la profesión y se realice bajo los más altos estándares de calidad.
Actuar con probidad implica un ejercicio profesional comprometido, responsable, proactivo y competente, que parte de una persona profesional que tiene claridad del qué y para qué de su labor. Desde esa claridad es capaz de actuar en consecuencia, realizando su trabajo de manera íntegra, honrada y recta, con lo que promueve beneficios en las personas y contextos que atiende.